Estados Unidos forjó su historia gracias a
las proezas de unos pocos valientes que expandieron las fronteras hacia lo
desconocido y engrandecieron el territorio avanzando siempre hacia el oeste. Hombres como Wyatt Earp, Davy Crocket o Kit Carson.
En el terreno fílmico, ese pionero es John Ford, que convirtió “La diligencia” en uno de los westerns más famosos de la historia,
fijando así los cánones del género y catapultando a varios de sus actores a la
categoría de estrellas.
Como todo aventurero, John Ford no era
consciente de la trascendencia que alcanzaría su obra. Aunque parezca mentira,
1939 no era la mejor época para rodar un western.
El género se consideraba pasado de moda e infravalorado. Los grandes
relatos del lejano oeste se veían denostados, como cuentos provenientes de un
pasado que la moderna sociedad estadounidense ya había superado. Además, el
maestro Ford no había filmado una película del oeste desde “Tres hombres malos”, en 1926. Él era considerado entonces un
director aceptable, pero no un gurú de la gran pantalla.
Hasta que en 1937 llegó a sus manos un breve
relato titulado “Stage to Lordsburg”,
publicado por el novelista Ernest Haycox en la revista Collier´s. Inspirado en un cuento de Maupassant, narra el viaje de
una diligencia por el territorio apache, en la cual van distintos personajes,
cada uno con su pasado, sus manías y sus ilusiones. Unos personajes que
cautivaron a John Ford, quien compró los derechos inmediatamente por tan solo
7.500 dólares, cantidad irrisoria para la época. El proyecto de “La diligencia” estaba ideado, pero aún
necesitaba unos actores que le infundiesen vida. Y para ello, Ford no pensó en
los altivos galanes que acaparaban las portadas. El elegido fue John Wayne, un
actor mediocre (amigo de Ford) que hasta entonces solo había intervenido en
títulos sin pena ni gloria.
El rodaje fue duro. John Wayne padeció los
gritos, insultos, burlas y correcciones de Ford hasta la última toma. ¿Valió la
pena? Para la historia quedó un western
inmortal, que resucitó el género para inaugurar la Edad de Oro de los títulos
del oeste. Ford y Wayne jamás se volverían a separar. Para el recuerdo, una
diligencia incómoda, dejada, que sirve de hogar a un banquero corrupto, un
médico aficionado a la bebida, una prostituta, un vendedor de whisky y la esposa
de un oficial de un ejército, además de un cowboy
que se debate entre la venganza y la redención. Unos personajes pertenecen a
las clases altas; otros, han sido maltratados por la vida. Los primeros viajan
a un destino concreto; los segundos, huyen de un oscuro pasado. Dos mundos
opuestos. Durante el trayecto, se enfrentarán y se aceptarán, en medio del
cansancio, del sofocante calor y del galopar de los indios que los persiguen.
Ford nos regala una profunda historia
psicológica, en la que los personajes no solo realizan un viaje por la llanura
norteamericana, sino también por lo más hondo de sus corazones. Cuando alcanzan
su destino, ya no son los mismos. El polvo que levantan los cascos de los
caballos ha difuminado sus vidas anteriores. Los recelos y trifulcas, las
pasiones, los revólveres desenfundados, los altos en el camino, la hipocresía,
la naturalidad, los lances de miradas, el Winchester,
la oscarizada banda sonora, la carrera contra el propio destino y la persecución
por Monument Valley componen una epopeya legendaria. Esa misma localización,
años más tarde, también será el escenario que pisarán los cowboys de “Pasión de los
fuertes”, “Fort Apache” y “Centauros del desierto”.
El lejano oeste forja sus propios héroes, a
veces entre la realidad y la leyenda: férreos defensores de la ley, valientes
oficiales del ejército e intrépidos colonos que llegan hasta lo inexplorable. En
1939, el western esculpió dos mitos:
para la posteridad quedaron John Ford y John Wayne.
Cartel de la película. Fuente: Filmaffinity |
Pablo Úrbez Fernández @Paurbez
Historiador en potencia y periodista en los ratos libres, terminó por causalidad en la Universidad de
Navarra. Cinéfilo empedernido, aficionado a los toros y actor sobre el escenario. Orgulloso de ser español
y un católico devoto. Artículos en Ginkgo Biloba
Bibliografía
Revista FilaSiete, números 155 y 156, página 48.
0 comentarios:
Publicar un comentario