Hannah Arendt no era una del montón. Cuando en 1960 el Mossad secuestró en Buenos Aires al dirigente nazi Adolf Eichmann para juzgarlo, el mundo entero tenía puestos los ojos en el juicio de Jerusalén y Hannah fue la enviada estrella para cubrir la noticia. La publicación de los resultados en el New Yorker, y posteriormente en el libro Eichmann en Jerusalén, tuvo un eco social inesperado. Las críticas se dispararon desde muchos sectores del periodismo y también de los líderes judíos. Aquel informe se convirtió en un auténtico escándalo. Todo el mundo esperaba que aquella brillante discípula de Heidegger, que en el año 1951 había denunciado por primera vez el régimen nazi en Los orígenes del totalitarismo, escribiera un artículo criticando de nuevo los crímenes nazis, el holocausto y la maldad de Hitler. En cambio, Hannah exponía con toda claridad una serie de reflexiones basadas en aquella experiencia, que luego le servirían para una reflexión sobre el origen del mal. Fue denunciada fundamentalmente en dos puntos: la supuesta defensa del acusado, al que calificaba de banal, metódico, burócrata, pero desprovisto de todo sentido de la responsabilidad moral; y la denuncia de algunos líderes judíos por su colaboración con el régimen nazi. En el libro, que lleva por subtítulo Un estudio sobre la banalidad del mal, Hannah desarrollaba la teoría de que Eichmann no actuaba en conciencia, sino guiado por un afán por cumplir con la ley, por servir a Hitler, sin preocuparse por las implicaciones morales. El acusado no era el “monstruo” que calificaba la prensa, sino un burócrata que cooperaba con el sistema. La segunda crítica se dirigía a los líderes judíos que habían colaborado con los nazis, como por ejemplo en las listas de transporte del campo de concentración de Theresienstadt.
¿Por qué fue tan difícil de asimilar su postura? Además de intereses políticos concretos, Occidente nunca se había preguntado por aquella catástrofe, que quedaba constreñida a un capítulo oscuro, especialmente oscuro, de nuestra historia. De los nazis lo sabemos todo, incluso demasiado. Es fácil hasta caracterizar al propio Eichmann: alemán, diligente, ordenado… nos lo imaginamos detrás de un escritorio mandando cartas y haciendo cifras de vidas humanas como quien escribe un informe. Podemos añadir, en aras de nuestra erudición, un cierto desprecio por aquella ética germana, de imperativos categóricos, del sentido del deber, la obediencia a la ley… Parece que lo único que podemos descubrir en las investigaciones fueran nuevos crímenes, más atroces y más graves, para regocijar nuestro desprecio por ese mal absoluto.
Célebre entrada al campo de concentración de Auschwitz Arbeit macht Frei. Jochen Zimmermann. License: CC Attribution-ShareAlike 2.0 Austria |
Pero, ¿acaso sabemos lo mismo del terror comunista? ¿Y de las atrocidades vietnamitas? Lo que sabemos de otros regímenes es completamente diferente. Nadie conoce la figura de Mao o la de Stalin (que probablemente se pueda caracterizar también como un hombre banal e indolente) con tanta profundidad. ¡Vae victis! Stalin sonrió en una foto con Churchill y Mao escribió un best seller. Los gulags, el campo chino, Camboya, Armenia, Bosnia o Ruanda nunca tendrán tanto eco en nuestro imaginario colectivo. De todas las victimas del terrible siglo XX, el pueblo judío es el que más compensación ha recibido. El corpus literario y la filmografía sobre el nazismo son tan extensos como homogéneos en su interpretación. Se diría que las concepciones forjadas después del 45 se convirtieron en grandes lápidas, en bloques de saber inalterable que era preciso venerar irreflexivamente. Y es en ese bloque de hormigón armado donde Hannah Arendt golpea con toda la fuerza de la verdad: ni Eichmann es un personaje de novela nazi ni todos los judíos murieron como mártires en los campos de exterminio. La película muestra una Hannah segura de sí misma, convencida de su argumentación y sin miedo a decir la verdad. Podría decirse que es la antítesis de Eichmann: mientras que éste obedecía sumiso cualquier orden de sus superiores, por inmoral que fuera, Hannah defendió sin miedo su postura ante las presiones y la crítica. Se trataba, en ambos casos, de puestos de responsabilidad, que podían luchar con o contra la cultura dominante, y en los dos se dieron respuestas extremas: seguir a la masa o actuar en conciencia.
Autor: Santiago de Navascués @sdenavas
Estudiante de Historia y el minor en Filosofía de la Universidad de Navarra.
3 comentarios:
Santi, muy interesante.
De todas formas no estoy de acuerdo la afirmación de la homogeneidad de la interpretación del nazismo. Ahora aparece mucho material muy interesante e equilibrado. P.e. hace poco he visto una pelicula alemana sobre Rommel, que muestra que en Alemania había muchas personas que se planteaban problemas. Tambien a nivel de libros de historia aparecen cosas muy interesantes, por dar algún ejemplo "Bloodlands" deTimothy Snyder.
La pregunta interesante, y aqui estoy de acuerdo con Santi, es el porque de todo eso, y que podemos sacar nosotros ahora de la gran tragedia de Shoah y más amplio II GM, incluido el comunismo. Y en ese aspecto comunismo y nazismo no son tan lejanas. Son dos ideologías anticristianas, responsables de grandes atrocidades de s. XX. De donde salen ellas? A que se oponen? Como evitarlo en el futuro? Y me parece que tampoco estamos tan lejos de ellas como parece. La afirmación del hombre por encima de todo, en su forma racista en el nazismo, o en su forma colectivista del comunismo, está muy presente en la cultura actual. Y el cerrazón a lo sobrenatural, aunque sin manifestaciones tan extremas, sigue siendo reinante. En esa perspectiva tiene que resonar el mensaje cristiano que superó el nazismo con figuras como Kolbe y que sigue ofreciendo respuestas al hombre de hoy.
Creo que puede ser de interés aquí lo que se comenta en este blog de la actitud de Arendt respecto a Eichmann:
http://solyescudo.blogspot.com.es/2013/07/y-la-ley-moral-en-mi-o-el-escandalo-de.html
http://solyescudo.blogspot.com.es/2013/07/y-la-ley-moral-en-mi-o-entre-kant-y_4.html
http://solyescudo.blogspot.com.es/2013/07/y-la-ley-moral-en-mi-o-y-si-la-luz-que.html
Muchas gracias por las recomendaciones a los dos. Stachu, tendré que leer a Snyder y quizás El caballo rojo, un día de estos terminamos nuestra tertulia.
También me ha gustado mucho el detalladísimo análisis de solyescudo, Ángel. Recomiendo vivamente la película de Hannah Arendt, en la que aparecen muchas de las frases subrayadas por el autor de las entradas aparecen literalmente
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