Porque lo cierto es que Alec Guinness tuvo una vida
complicada. Nacido en Londres en 1914, nunca conoció a su padre. En cambio, sí
supo quién fue su madre: una bebedora a la que él mismo calificó como
prostituta. Cuando terminó los estudios, estuvo un par de años trabajando para
una firma publicitaria, mientras acudía a una academia para formarse como
actor. En aquella época, frecuentaba oscuros barrios londinenses junto a una
serie de amistades turbias.
En 1936 llegó su gran oportunidad cuando obtuvo su primer
papel en la clásica obra de teatro Hamlet.
Después de la Segunda Guerra Mundial, su carrera cinematográfica progresó
considerablemente. Participó en exitosas producciones británicas como “Cadenas rotas” (1946), “Oliver Twist” (1948) y “Ocho sentencias de muerte” (1949), en
donde llegó a interpretar hasta ocho papeles distintos.
Sin embargo, la película que cambió su vida se rodaría lejos
de la campiña británica. En 1954 fue seleccionado para dar vida al Padre Brown (el
astuto sacerdote concebido por Chesterton) en la película “El detective”. Alec Guinness relata aquella experiencia de la
siguiente manera:
Estábamos en los exteriores de Borgoña cuando tuve una
pequeña experiencia de cuyo recuerdo siempre he disfrutado. Hacia el anochecer
me encontraba aburrido y sin saber qué hacer. Vestido con mi negra sotana, subí
por el serpenteante y polvoriento camino hacia el pueblecito. En la plaza, los
niños chillaban en medio de infantiles batallas, con palos por espadas y tapas
de cubo de basura por escudos. […]
No había caminado mucho cuando escuché unos pasos
apresurados y una voz aguda que me llamada «Mon Pere!». Un chico de siete u
ocho años me tomó de la mano y la apretó fuertemente, balanceándola mientras
mantenía un parloteo incesante. No me atreví a hablar por miedo a que mi
horroroso francés le pudiera asustar. Aunque yo era un absoluto desconocido, el
chico me tomó por un cura y, consecuentemente, por alguien digno de la mayor
confianza.
De repente con un «Bonsoir, mon Pere!» y una deslavazada
reverencia, despareció por el agujero de un seto. El chico había disfrutado de
un alegre y tranquilizador paseo a casa, y a mí me dejó con un extraño sentimiento
de euforia. Mientras seguía caminando, se me antojaba que una Iglesia que podía
inspirar tal confianza en un niño, haciendo de sus sacerdotes -incluso cuando
eran unos desconocidos- tan sencillamente accesibles, no podía ser una
institución tan intrigante y aterradora como solía ser descrita. Aquel día
empecé a sacudirme de encima mis anquilosados prejuicios, tan largamente
aprendidos”.
A los pocos días de
este incidente, un hijo suyo quedó paralítico a causa de una poliomielitis. El
pronóstico era incierto. Movido por un impulso interior, cada noche, al
terminar el rodaje, Guinness comenzó a frecuentar una pequeña iglesia católica
en su camino a casa. Pedía intensamente a Dios la curación de su hijo, y
prometió que no se interpondría en su camino si el niño, que había sido
matriculado en el colegio de los jesuitas, deseaba hacerse católico.
Felizmente, se recuperó y, un año más tarde, el chico anunció que deseaba
convertirse al catolicismo. Guinness recordó su promesa a Dios, y accedió a que
su hijo se convirtiese. A raiz de ello, en su
propio corazón surgió una poderosa inquietud. Movido por la fe del pequeño, el
actor comenzó a estudiar el catolicismo. Tuvo largas conversaciones con un
sacerdote católico y, finalmente, se decidió a hacer un curso de retiro en una
abadía trapense. Aquello le dio fuerzas, pero aún no había llegado su momento.
Mientras tanto, continuó
apareciendo en filmes como “El quinteto de la muerte” (1955) y “El
prisionero” (1955). Hasta que llegó el año 1956. En la ciudad de Los
Ángeles, rueda el filme de época El cisne, en cuyo reparto figura Grace
Kelly, católica practicante. Junto a ella, asistió a Misa durante varios
domingos mientras comentaban aspectos relativos a la doctrina de Cristo. Así, la
futura princesa terminó por inclinar la balanza. Ese mismo verano, Alec
Guinness fue recibido en la Iglesia
Católica por el Obispo de Porthsmourth.
Seis meses después,
su esposa siguió sus mismos pasos mientras él rodaba en Sri Lanka “El puente sobre el río Kwai”. Se dice
que algunos días, durante los descansos, dedicaba la jornada para caminar hasta una
ermita muy lejana y así poder rezar ante el Santísimo Sacramento. Aquellos
rezos bien le valieron el óscar al mejor actor. En los años sucesivos,
participó en películas legendarias como “Lawrence
de Arabia” (1962), “Doctor Zhivago” (1965),
“Cromwell” (1970) y “La Guerra de las Galaxias” (1977).
Paradójicamente, al final de su vida imitó los pasos de su personaje jedi Ben Kenobi. Sin hacer mucho ruido,
abandonó las cámaras para retirarse a escribir y meditar. A escribir cómo
abandonó la lobreguez del lado oscuro, y a meditar por qué no se atrevió a
hacerlo antes.
Fuentes
Méndiz, Alfonso http://jesucristoenelcine.blogspot.com
Internet Movie Date Base http://www.imdb.com/name/nm0000027/bio
J. Ginés,
Pablo, Artículo Alec Guinness: la fe
católica del viejo maestro Jedi¸2005, http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=2108
Filmaffinity http://www.filmaffinity.com/es/search.php?stype=cast&stext=Alec+Guinness
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