Little Miss Sunshine: una road movie especial


“La verdadera felicidad no está en encontrar
nuevas tierras, sino en ver con otros ojos”
Marcel Proust


Little Miss Sunshine (2006) es una de esas grandes películas que nunca estuvieron mucho tiempo en la cartelera. Sin embargo, hoy en día es considerada por muchos un clásico del cine independiente. Se trata de una road movie, género hollywoodiense de viajes cuya tradición se remonta a tiempos de Homero con la Odisea. Algunos clásicos como On The Road, desarrollados en los sesenta, deben parte de su desarrollo a la generación beat, con autores como Kerouac, Ginsberg o Burroughs. Easy Rider (1969), una de las películas más significativas del género, se presenta como un viaje sin argumento, con escenas encadenadas por el viaje en motocicleta a través de la ruta 66. Tan sólo se busca la identidad estadounidense, como reza la portada: "Un hombre buscaba a América y no pudo encontrarla en ninguna parte". Precisamente ésta es una de las características principales de la road movie: presentan una crítica muy ácida de la sociedad de Estados Unidos.




Little Miss Sunshine puede considerarse, en parte, un tributo a los grandes clásicos de road movie, incluso en el parecido de los carteles. A pesar del envoltorio hippie, evidente desde el momento en el que suben a una vieja Volkswagen T2, Little Miss Sunshine supera al género, o, al menos, lo moderniza. Los moteros drogadictos se convierten aquí en siete personajes que representan a la sociedad americana contemporánea: una madre preocupada por mantener unida a la familia, un padre obsesionado con el éxito y la psicología de la autoayuda, un abuelo verde y cascarrabias que todavía se acuerda de Vietnam mientras esnifa, el adolescente deprimido con su familia y obsesionado con Nietzsche y su sueño de ser piloto, un tío homosexual que intenta suicidarse tras una fuerte depresión y Olivia, la pequeña que quiere convertirse en la princesa del concurso Little Miss Sunshine. El viaje en caravana para ganar ese concurso va desvelando poco a poco los deseos y ambiciones de cada uno de los personajes. En esa lucha por el éxito personal, se destapan poco a poco los tabúes y prejuicios de la sociedad hasta terminar rompiendo las normas en el país de la libertad. La película culmina con una sonora carcajada en la escena final contra el país de las princesas de silicona.

"Estados Unidos: donde la libertad es una estatua" Nicanor Parra
En una de las escenas más memorables de la película, Frank, el tío homosexual que se intenta suicidar tras una depresión, habla por primera vez en serio con Dwayne, el adolescente que ha descubierto su incapacidad para pilotar.

Frank: ¿Sabes quién es Marcel Proust?
Dwayne: ¿Es ese del que enseñas?
F: Sí, un escritor francés. Un auténtico fracasado. Nunca tuvo un trabajo, sus amores fueron un desastre, gay... Estuvo veinte años escribiendo un libro que ya casi nadie lee, pero quizá sea el mejor escritor desde Shakespeare… En fin,  llegó al final de su vida, echó la vista atrás y decidió que todos esos años en los que sufrió fueron los mejores de su vida, porque le moldearon. Los años de felicidad… perdidos, no aprendió nada.
D: ¿Sabes qué? Que le den a los concursos de belleza. La vida es un puto concurso de belleza detrás de otro. El colegio, la universidad, el trabajo… ¡A tomar por el culo! Y a la mierda la academia de pilotos. Si quiero volar, ya encontraré el modo de hacerlo.  Hay que hacer lo que te gusta, y a la mierda lo demás.

Entonces, ¿la tesis de la película es la aceptación del fracaso personal? ¿Es que el sueño americano no existe en realidad? Creo que la respuesta no es sencilla. Si se hiciera una comparativa con las revoluciones de los sesenta, como el movimiento hippie, se verían estos como intentos mucho más infantiles de ver el mundo. Efectivamente, el país está lleno de princesas de botox, pero la solución no pasa por el suicidio, el voto de silencio, la terapia de la autoayuda o la drogadicción. La solución se encuentra precisamente en el propio título del concurso: Little Miss SUNSHINE. Olivia, la niña, es ese pequeño rayo de sol detrás de todo el humor negro en la película. De nuevo, un personaje que fracasa en el último minuto, pero que vive feliz haciendo lo que más le gusta. Sus armas son la sinceridad y la autenticidad, no la búsqueda de la fama y el éxito personal. Su esfuerzo será en vano, pero eso la hará feliz. Será un fracaso para la sociedad, como todos los demás, pero habrá tenido auténtica libertad.

Aparte de las razones evidentes para ver esta película, también la banda sonora está fuertemente recomendada. Se trata de un pequeño guiño a muchas road movies famosas, que suelen tener muy buena música (Oh Brother, where art thou?, The Blues Brothers). De entre todas ellas, Easy Rider con el clásico Born To Be Wild: es el que mejor introduce al espectador en la carretera con solo cerrar los ojos.

   

Autor: Santiago de Navascués @sdenavas

1 comentarios:

Stachu dijo...

Santi,
muy interesante. Todavía no he visto la pelicula, a ver si la puedo ver en algún momento. Pero en cuanto al dialogo que recoges, yo creo que puede tener una interpretación muy positiva. Hay que hacer lo que te gusta, entendiendo bien esa frase. Las cosas que hacemos son buenas (o malas) en sí, no porque alguien de fuera nos mira bien por eso. Hay que hacer las cosas por el bien que llevan consigo, no por aparentar y buscar la apreciacion de los demás (aqui entra todo el tema de la Ética de las virtudes). Y despues cada uno tiene sus propios talentos. No todo el mundo puede ganar el premio Nobel, pero cada uno puede hacer cosas buenas, que pueden ser apreciadas. Al hacer cada uno lo suyo, una persona puede ser feliz y, sin ser un numero 1, no ser un fracasado. Con una frase de un libro de autoayuda se puede recomendar: "Not to be the best, but do your best".
Y por ultimo, la frase "Hay que disfrutar lo que hacemos" dice una chica en el video sobre Tantaka (https://www.youtube.com/watch?v=z_BnaRpIHAU#t=274). Y claro, si lo disfrutas, lo harás bien, y no necesariamente solo pensando en tu exito personal.

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