Alfredo Cruz: "Criticar al político porque no cumple con su programa es no saber lo que hemos hecho al votar en las elecciones"


Entrevista: Alfredo Cruz
profesor de Filosofía Política en la Universidad de Navarra

En nuestra sociedad es patente la insatisfacción ante un modelo que empieza a dar síntomas de agotamiento. Tras el nacimiento del fenómeno de “los indignados” y el 15M, el filósofo Alejandro Llano escribía un elocuente artículo en la revista Nuestro Tiempo señalando que se había conseguido interesar por la gestión política a personas que hasta entonces habían permanecido al margen.

Alfredo Cruz Prados (Madrid, 1957), profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Navarra retrata un sistema en crisis y hace un llamamiento a recuperar el sentido común necesario para vivir en sociedad. 

Alfredo Cruz (izquierda) con el catedrático Rafael Alvira. Foto: Universidad de Navarra
(1) El barómetro del CIS de septiembre de este año 2013 arrojaba el dato de que los problemas que más preocupan a los españoles son el paro, la economía, los políticos y la corrupción. ¿Cuáles son los problemas que más le preocupan a usted?

Algo que está en el fondo de todo: la falta de racionalidad en la manera de pensar y decidir sobre las cuestiones sociales. Me parece que el discurso sobre las cuestiones sociales está cargado de prejuicios, tópicos baratos y sentimentalismo poco domesticado. Además, se ha creado una mentalidad en la que no es posible introducir ciertos argumentos porque son rechazados violentamente y expulsados por el cuerpo social en un ejercicio de autoprotección.

(2) ¿A qué argumentos se refiere?

Hablo de argumentos inaceptables para la mentalidad que se ha cultivado y se ha propiciado oficialmente, es decir, todo el campo de lo políticamente correcto y lo que puede estar presente en el diálogo público. Se ha establecido una ortodoxia que rechaza cuestiones que, a mi modo de ver, si no están presentes falta racionalidad.

(3) No acabamos de ver el final de la crisis y no hay confianza. ¿Qué piensa usted de la crisis económica? ¿Se atrevería señalar culpables? Hay muchos sospechosos...

Las causas de la crisis técnicamente se me escapan. Ahora bien, no es correcto buscar culpables mirando siempre hacia otros: el político, el financiero, pero no los de la propia casa. En realidad, los problemas sociales son de una sociedad siempre. En realidad, todos seamos culpables. Unos habrán hecho una cosa mal, pero los demás han querido vivir por encima de lo que tenían y no han aplicado la lógica de sentido común de que el que consume hoy lo que no tiene, tiene que pagarlo mañana. Ese sentido común que tenían nuestros abuelos lo hemos perdido, así como la vergüenza que antes tenía el vivir con deudas.

En el fondo, lo que más me preocupa es salir de la crisis sin haber determinado claramente sus causas. Lo positivo que podríamos sacar de la crisis es aprender de ella y estar en condiciones en el futuro para evitarla.

(4) Desde Europa se ve España como un caos. Los inversores europeos, por ejemplo, no saben si prestar dinero al Estado, a las Comunidades Autónomas… ¿Se puede sacar adelante un país cuya naturaleza parece tender al caos?

Si de verdad la naturaleza de un país tiende al caos es imposible sacarlo adelante. No sé si el caso de España es tan dramático. Sí que da la impresión y se oyen voces de que en España ha habido una mala gestión y hemos llegado a un estado de ingobernabilidad del conjunto. Se ha combinado la descentralización y autonomización con una mentalidad de exaltación de lo local y denigración de lo común cuando en verdad la idea del sistema era convertirlo en un instrumento de participación en la gestión del todo.

(5) La diversidad de España en los últimos años juega en contra a medida que el Estado pasa por mayores apuros. ¿Qué opina del nacionalismo?

Lo que me preocupa del nacionalismo es que en el siglo XXI pueda tener tanto arraigo social algo con tan poca solidez intelectual. Que la sociedad progresa es cuestionable cuando productos típicamente decimonónicos como el nacionalismo, con tanta carga sentimental y nula carga intelectual, tienen tanto arraigo y semejante capacidad de movilización.

Desde el punto de vista moral creo que el nacionalismo genera actitudes morales cuestionables. Me refiero a que fomenta actitudes egoístas de repliegue sobre lo particular y de desentendimiento de lo común. Parece no valorarse la ruptura de un bien común y la restricción de la solidaridad social. De hecho, hay expresiones concretas en el día a día que hacen que lo que de suyo sería censurable acabe siendo alabado como expresión de nacionalidad.

(6) Sí, pero ellos esgrimen el derecho de autodeterminación.

El derecho de autodeterminación me parece un derecho que no se puede afirmar de manera universal. Es algo insostenible que todo pueblo tenga este derecho, que fue se inventado como forma de dar una justificación jurídica al proceso de descolonización, pero en ningún momento se ha pensado como derecho aplicable universalmente y mucho menos como un derecho que puede poseer todo aquel que afirme que lo posee. El único fundamento de un derecho no puede ser algo que sólo reconoce el que lo posee. Es decir, se están dando a sí mismos ese derecho, cuando tiene que ser reconocido por otros sujetos. Ningún Estado real se puede constituir reconociendo a sus partes el derecho a la autodeterminación, pues entonces todo Estado es provisional. Tanto es así que si Cataluña o el País Vasco se declarasen independientes no reconocerían a sus partes este derecho.

(7) Un gran porcentaje de la legislación española viene dictada directamente desde Bruselas. ¿Qué opina de la Unión Europea? La doctrina europeísta habla mucho del principio de subsidiariedad pero se aplica poco.

Lo que he dicho de España es aplicable al problema de Europa. El planteamiento que se ha difundido es que podemos construir Europa de manera rentable en el día a día para cada uno de los Estados miembros. Eso tiene un límite. Una unidad como Europa no puede ser construida mediante una cooperación en la que cada uno de los cooperantes vea a corto plazo que su cooperación le resulta rentable. Hay que entender la construcción de Europa en términos de interés colectivo y no de interés nacional a corto plazo.

Los políticos y la realidad

(8) Una crítica que se escucha mucho en la calle es la dirigida a los partidos políticos. La perfección no existe en política y muchos afirman que tenemos “lo menos malo”. Por otro lado, hay quienes se preguntan si no habrá otros caminos. ¿Cree usted que serían posibles otras formas de intervenir en política al margen de los partidos?

No hay otra forma de intervenir en política que interviniendo en los partidos mientras estos sean la única vía de intervenir en los lugares donde se toman las decisiones políticas: los parlamentos. Por ejemplo, las movilizaciones del 15M apenas han dejado rastro porque no son una institución permanente y su influencia en los partidos ha sido minoritaria. Tenemos el recurso de la Iniciativa Legislativa Popular, pero si no cuenta con el apoyo de ningún partido es sólo el derecho a pataleo en sede parlamentaria.

La intervención en los partidos sería mayor por parte de instituciones sociales y grupos si se hiciese una reforma en el funcionamiento parlamentario. Por una parte listas abiertas, y por otra parte eliminar la disciplina de voto. Si cada parlamentario reconocidamente en la práctica toma sus decisiones se puede influir en el Parlamento desde fuera.

(9) Los casos de corrupción son cada vez más preocupantes. No sé qué piensa al respecto pero, ¿cuáles deben ser las cualidades del buen político?

Sigue siendo válida la tradición de que la virtud del gobernante es esa combinación de idealismo y realismo que llamamos prudencia. Ahora bien, contra la prudencia va la ideologización, el sectarismo, el fanatismo, la corrupción, el interés, etc. El político tiene que ser prudente y asumir que en alguna ocasión no podrá caer simpático.

(10) Esto implica que el político a veces no cumpla con su programa…

Claro. De hecho, criticar al político porque no cumple con su programa es no saber lo que hemos hecho al votar en las elecciones. No hemos votado un conjunto de medidas, hemos elegido al que nos parece idóneo para que tome las decisiones. No podemos pedirle al político que gobierne al margen de la realidad que se encuentra.

(11) ¿Está reñido el ser intelectual con ejercer una labor política?

El político no tiene por qué ser un intelectual y no necesariamente le ayudaría como político ser un intelectual. El tipo de inteligencia del político, la práctica, es distinta a la que desarrolla un intelectual, la teórica y analítica. El gobernante tiene que tomar decisiones, y la decisión es siempre sintética. Ser bueno en el análisis no siempre es ser bueno en la síntesis. Por otro lado, el político tiene que tener buenos consultores y el intelectual puede ser un buen consejero que tiene que saber que no tiene que aportar la decisión, sino elementos de juicio.

(12) Si hay una sensación en la sociedad es la de desánimo. Dudar está de moda. ¿Conoce usted la fórmula para devolver la esperanza a la sociedad?

No, pero quizá cierto grado de desesperanza y sensación de que no hay nada que hacer procede de una falta de realidad. Uno de los problemas de nuestra sociedad es la falta de madurez social. Estamos en una sociedad tremendamente adolescente, y no por cuestión de edad, sino porque el adolescente tiene un problema de asunción de la realidad. Si se asume la realidad se puede estar esperanzado. La situación podrá ser mala pero se puede estar esperanzado si las metas corresponden a la realidad y si por tener en cuenta la realidad descubro lo que sí cabe hacer.

(13) Puede ser que hayamos creado nuevos dioses que nos llevan a evadirnos y ser irrealistas…

A veces puede que no sea cómodo contar con la realidad para nuestros planes. Algo de esto conecta con el análisis de Ortega en La Rebelión de las Masas, donde habla de la figura del señorito consentido, que piensa que se puede tener todo sin tener que hacer nada.

(14) Eso equivale a pedirle peras al olmo…

No, es pedirle peras al peral, pero sin tener que regarlo. El estado garantiza prestaciones y derechos sin que yo tenga que ser de un modo en lugar de otro. Esta realidad y forma de pensar es en buena medida lo que nos resistimos a aceptar que existe.

(15) Muchos jóvenes quieren entrar en política, pero dudan ante la mala prensa que tienen los políticos. Hay quien dice que se hace político quien no puede ser otra cosa. ¿Qué consejo le daría a un joven de veinte años que quisiera “meterse” en política?

Le animaría a meterse en política, pero poco a poco. Que vaya compaginando la política con desarrollarse humana y profesionalmente. Que aprenda a trabajar, que aprenda cómo funcionan las cosas en la realidad, cómo se colabora con otros y deje abierta la posibilidad de dejar todo eso y entrar en política al 100%. Por supuesto, le animaría a no abandonar ese ideal y que resistiese las críticas a ese plan.

(16) Una de las aspiraciones de los ciudadanos es vivir en una sociedad virtuosa. Pero ¿cómo se construye una sociedad así, que en cierto modo es ideal?

Hay que abandonar la aspiración de construir una sociedad ideal. Es una aspiración peligrosa. Todo utopismo acaba en totalitarismo y puede acabar justificando hacer cualquier cosa para que una sociedad se dirija hacia su meta. Todos los mesías políticos han acabado en el fanatismo más cruel. Por eso hay que volver a la prudencia y mejorar día a día la sociedad que hay. Es decir, preguntarnos, ¿en qué se puede mejorar hoy?


Autor: Carlos Veci Lavín @cveci93
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4 comentarios:

Silo dijo...

El prof. Cruz dice que "hay que abandonar la aspiración de construir una sociedad ideal".

No puedo estar más en desacuerdo con este señor. (Aunque reconozco la dificultad de decir la Verdad de que la sociedad ideal es la Ciudad de Dios en la Tierra).

Sería como el entrenador que dijera a su equipo al saltar al campo "abandonar la idea de ganar". Derrotismo puro.

Con profesores así en la universidad tan doctos como tibios, no me extrañan las generaciones de españoles desarmados y confusos. Esa prudencia de la que habla es más bien tibieza y equidistancia. Y esa equidistancia sí que es imposible. Esa equidistancia sí que hay que abandonarla.

Silo dijo...

La entrevista es buena; pero el profesor se resiste a dar los argumentos rechazados por la ortodoxia impuesta -de la que él mismo se queja. Ni en la primera, ni en la segunda pregunta directa, los desvela.

Ya que no los dice, habremos de suponerlos. Los tiros parecen ir por "la racionalidad", -sin que sepamos bien a qué se refiere. Sin duda, es necesario tener los pies en el suelo de la realidad; pero también está bien ser claro.

Como conclusión personal, no sabemos qué hemos hecho al votar a unos políticos. En cierta manera, la gente tiene la culpa de haber votado a unos políticos por un programa. Bueno, no acabo de ver yo una equivocación tan inequívoca en ese proceso...
De todas formas, algo que yo trasluzco del titular del artículo es que la "fuerza de la mayoría" termina por no ser un patrón justo, ni acertado por sí mismo. Y en eso sí estoy de acuerdo.

Carlos Veci Lavín dijo...

Alejo, creo que su comentario es precipitado y poco respetuoso. El anonimato de internet permite lanzar acusaciones sin fundamento y esconder el brazo. Usted es un puritano que no entiende conceptos como “racionalidad” y “prudencia” y los interpreta según su conveniencia. El profesor no es un tibio, simplemente habla con sentido común para personas con sentido común. Habla incluso con radicalidad, descendiendo a la raíz de los problemas. Alfredo Cruz es un filósofo realista y con los pies en la tierra que sabe que la sociedad se construye día a día, sumando los esfuerzos de todos.

Por último, agradezco sus palabras amables. Conseguir la entrevista no fue tan fácil. El profesor no tiene ni móvil ni correo electrónico. Además, parece sentir poco afecto hacia internet. En su momento no lo entendí, aunque ahora creo que voy entendiendo por qué.
Un saludo

Silo dijo...

Se llega a un oasis de saber y claridad, supuestamente. Nada me gustaría más que sacar provecho de la entrevista al profesor Cruz; incluso con preguntas cara a cara, porque apodo no significa esconderse -en algún sitio ustedes o el sistema dispone de mi correo en donde sí me identifico.

Es cierto que un comentario no da para matizar muchas cosas. En ese sentido, sí puedo no haberme explicado bien. Vaya por delante que no quiero ser irrespetuoso y, en mi comentario, me refiero a las ideas suscitadas en la entrevista, sin pretender calificar al profesor -pues ni tengo el gusto de conocerle, ni soy quien. (Por otro lado, comparto su desafección por internet por ser virtual y no tener que ver con la realidad).

Otra cosa, ¿soy un puritano, o soy un purista?

Pues ninguna de las dos cosas.

Claro que entiendo lo que es racionalidad y valoro la virtud de la prudencia. Pero sobre todo, procuro no interpretar según mi conveniencia; pues deberíamos atenernos a lo que las palabras significan y olvidarnos de las conveniencias de cada uno, para poder entendernos. Así que, D. Carlos, fíjese si tengo sentido común.

Pero todo eso no quita el gusto un poco decepcionante que me deja la entrevista. Si en ella se hacía un retrato del sistema, el retrato ha salido muy abstracto. Para una obra de arte podría valer, pero ya estaríamos hablando de sentimientos. Y conste que comprendo que esto es sólo mi opinión.

Paso por alto varias respuestas -con algunas de las cuales estoy de acuerdo-, y voy a la pregunta 12 en donde el profesor no conoce la fórmula que devuelva esperanza a la sociedad. Apunta que la desesperanza viene de una falta de asunción de la realidad y dice que estamos en una sociedad adolescente.

Creo que por tener en cuenta la realidad no se descubre lo que sí cabe hacer, como parece deducirse de las palabras de la respuesta. A una sociedad adolescente le convienen pautas buenas. Precisamente no se puede estar esperanzado si las metas se corresponde a la realidad, cuando hay una realidad de crisis como la actual. Hacen falta buenas pautas además de ver la realidad. Y de todo esto, el entrevistado parece señalar básicamente el sentido de realidad, el sentido común y la prudencia; tres elementos que son, permítaseme, "de cajón".

Y en la última pregunta se trata como aspiración peligrosa la de intentar levantar la mejor de las sociedades posible. No veo por qué. No sé si ahí se trasluce una concepción del hombre, curiosamente, políticamente correcta. No alcanzo a entender bien. En mi opinión, no hay contraposición entre "acuerdo-consenso" y "sociedad ideal". Tampoco entiendo que se asocie necesariamente la noción de "sociedad ideal"(la mejor sociedad posible) a totalitarismo o a mesianismo político.

Es sintomático que la entrevista acabe con una respuesta en donde el entrevistado a su vez pregunta. Será muy filosófico, pero para este viaje no necesitábamos estas alforjas.

Un saludo.

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